La
aerolínea irlandesa de bajo coste Ryanair, acaba de dar a
conocer su calendario de 2013, en el que, según recoge el diario ABC, se incluyen “tres despampanantes
azafatas españolas”, todas ellas madrileñas y de 23 años de edad. El calendario
del próximo año se promociona como “más picante que nunca” y se venderá a un
precio de 10 euros. Los beneficios obtenidos se destinarán a la Fundación TVN,
una importante organización de caridad de Polonia. Al parecer, según el diario
citado, más de 450 organizaciones benéficas han solicitado la colaboración de
la aerolínea. No obstante, ABC no ha
incluido en su información ninguna valoración adicional sobre el calendario siempre
polémico y denunciado por sexista cada año. Para ABC parece que lo más significativo es que, desde su creación en
2008, los calendarios con azafatas ligeras de ropa han generado más de 600.000
euros para causas benéficas.
El calendario de Ryanair es sexista porque utiliza
gratuitamente el cuerpo femenino, consolidando estereotipos y
actitudes machistas. Esta afirmación, de claridad meridiana para muchas, es
discutida con diferentes argumentos. Por ejemplo, que las azafatas que aparecen
en el calendario lo hacen voluntariamente. ¡Faltaría más que encima lo hicieran
obligadas por su empresa! Pero que un individuo se someta voluntariamente a una
práctica no la convierte en recomendable. Que las trabajadoras de la aerolínea
no consideren denigrante aparecer en esas imágenes, no cambia una lectura
crítica desde un punto de vista estructural.
En la discriminación, y más concretamente en la
violencia simbólica que tan bien definió el sociólogo Pierre Bourdieu y que
constituye el alimento de la dominación, los sujetos acatan su opresión e
incluso contribuyen a su reproducción. De otra forma, el sometimiento de grupos
enteros de población, o de la mitad de los seres humanos que habitan el mundo
(es decir, las mujeres) ya habría terminado. Casi nunca es de utilidad analizar
el sexismo desde el punto de vista del sujeto individual (que puede verse
recompensado por la práctica) sino que debemos realizar un análisis desde un
punto de vista estructural: ¿qué aporta a la sociedad? Es necesario distanciarse
de los sujetos individuales, los que tienen nombre y apellidos, para analizar la
realidad desde un punto de vista sociológico y global.
Las mujeres que trabajan como auxiliares de vuelo forman
parte de un imaginario patriarcal concreto, como otras profesiones
tradicionalmente femeninas. Son mujeres a las que se les supone belleza (en
tiempos no tan lejanos era requisito de contratación) y cuya función es servir a
unos pasajeros que, hasta fechas recientes, eran sobre todo varones de clase
alta, los únicos que volaban cuando ese tipo de viaje era exclusivo y destinado
especialmente a los negocios. Las azafatas forman parte de chistes, anécdotas y
otros mensajes de cultura popular, asimiladas a mujeres sexualmente disponibles
y siempre eróticamente atractivas. Esta lectura patriarcal sigue existiendo en
nuestra sociedad, a pesar de la incorporación numerosa de varones a este
empleo.
Suele decirse que si el calendario de Ryanair es
sexista, también lo son otros realizados por grupos de varones, como los
bomberos de diferentes localidades. Sin embargo, para poder analizar con la
misma óptica ambas prácticas, deberían contar con el mismo valor social y
no es así, porque aun reconociendo que los bomberos pueden ser un referente
sexual, lo son siempre de forma “empoderante” y no como servidores de nadie. O
dicho de otra forma, solo podemos considerar como inocuo el calendario de
Ryanair si la actividad de azafata estuviera “despolitizada” desde el punto de
vista del sexismo. Pero el hecho es que no lo está. Y nunca ha sido igualitario
tratar de la misma forma lo que es diferente.
Desde un punto de vista social y/o simbólico nunca ha sido lo mismo ser azafata que bombero, es evidente. Y está por ver hasta dónde, en una compañía con condiciones de contratación y servicios precarios hasta la exageración, cualquier cosa hecha por los trabajadores o trabajadoras es "voluntaria".
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