Hoy
es 25 de noviembre, un día que Naciones Unidas instauró en
1999 como Día Internacional de lucha
contra la Violencia hacia las Mujeres. Un día para recordar que ese drama sigue presente en nuestra sociedad. La violencia
de género es una consecuencia de la desigualdad estructural y, para eliminarla,
son necesarios esfuerzos en todos los ámbitos, incluyendo la escuela, esa
escuela que en nuestro país asiste, desorientada, al aumento de la violencia
machista entre las personas más jóvenes.
No obstante, cuando se
menciona la violencia contra las mujeres suele reducirse a la que padecen a
manos de sus parejas o ex parejas que, siendo una de las manifestaciones más
graves, no es la única que existe bajo la denominación de violencia de género. Como recuerda hoy la periodista y escritora
Nuria Varela, “Los crímenes de honor, la mutilación genital femenina, las
violaciones y la violación como arma de guerra, la trata de seres humanos con
fines de explotación sexual, las bodas de niñas o lo que algunas autoras han
denominado ginocidio refiriéndose al aborto selectivo de niñas o infanticidios
de recién nacidas en algunos países de Asia, son solo algunos ejemplos”.
En efecto, una de las
consecuencias de esta violencia genérica (esto es, contra las mujeres) es la
desaparición de muchas. En su blog, Varela recuerda que: “Existen en todo el
mundo, entre 113 y 200 millones de mujeres demográficamente desaparecidas. Cada
año, entre 1,5 y 3 millones de mujeres y niñas pierden la vida como
consecuencia de la violencia o el abandono por razón de su sexo. Como publicó
hace años The Economist, ‘cada
periodo de dos a cuatro años, el mundo aparta la vista de un recuento de
víctimas equiparable al Holocausto de Hitler’”.
Pero hay más cuestiones
que pueden y deben hacerse visibles. También hoy en el diario Público, Esther Vivas, miembro del
Centre d’Estudis sobre Moviments Socials (CEMS) de la Universitat Pompeu Fabra,
hace mención a la violencia económica cuyo rostro es también femenino. Vivas
plantea la reflexión sobre las políticas de salida a la crisis, todas ellas recorridas
por un sesgo ideológico. Mientras la Unión Europea, en la última década, se
está convirtiendo en el espacio del pensamiento reaccionario (un ejemplo, la elección
de Tonio Borg como Comisario Europeo responsable de salud, un político conocido
por su beligerante postura contra las personas homosexuales y contra los
derechos reproductivos de las mujeres), las políticas de recorte se ceban en servicios
básicos como sanidad, educación o prestaciones sociales, que empiezan a verse
como “culpables” del “despilfarro” de los estados. La realidad es que el
recorte en esas partidas se apoya en la invisibilidad de tareas de cuidado que
históricamente han estado a cargo de las mujeres.
La teoría política que
elabora el feminismo nos ha enseñado que el patriarcado y el capitalismo son pareja
de hecho. Básicamente porque el capitalismo, que no tiene problema en monetarizar
todo lo que le resulta conveniente, invisibiliza todo el trabajo no asalariado
(esencialmente doméstico y realizado por mujeres) que es imprescindible para la
propia supervivencia del sistema pero que voluntariamente se oculta, hasta el
punto de denominarlo como “improductivo”. Los recortes (que
suelen llamarse eufemísticamente “ajustes”) vienen a sesgar un Estado del
Bienestar que en España siempre fue débil, por no decir anémico. Además de
dejar a personas vulnerables sin las ayudas que necesitan, abocan a las mujeres
a asumir de nuevo los cuidados. “El bienestar familiar se mantiene a
costa de aumentar el trabajo doméstico” escribe Vivas con mucho acierto.
Las personas que no pueden buscar
trabajo por razones familiares (cuidar a otras personas) son mujeres en un
96,4%. El empleo femenino es del 77% en las mujeres sin hijos e hijas mientras
que es únicamente del 52% en quienes sí tienen. Por el contrario, la tasa de
ocupación masculina no se ve afectada por el hecho de tener familia a su cargo.
Ello quiere decir que la corresponsabilidad no existe y que las mujeres asumen
el coste de la falta de estructuras políticas y sociales. Este coste se traduce
en exclusión laboral, precariedad y ritmos de vida insostenibles así como en la
mayor presencia de las mujeres en la economía informal, la vida laboral
intermitente (con su consecuencia en sus pensiones futuras), la asunción de los
empleos peor pagados y socialmente desvalorizados. El 77,6% de los contratos a
tiempo parcial los firman mujeres mientras que ellas cobran una media del 22%
menos que los varones, discriminación directamente proporcional al nivel de
estudios: a mayor formación, mayor brecha salarial.
Al mismo tiempo que estos recortes
de tipo económico, las mujeres europeas están enfrentando el mayor ataque en
democracia a sus derechos sexuales y reproductivos. El enfoque reaccionario,
explica Esther Vives, busca volver al modelo de sexualidad heterosexual y
vinculada a la reproducción, negando el derecho a decidir sobre el propio
cuerpo a las mujeres.
Que el día 25 de noviembre coincida
con unas elecciones autonómicas, siendo así desplazado del foco mediático (como
ya ocurrió en las penúltimas elecciones generales que se celebraron un 8 de
marzo, Día Internacional de las Mujeres) demuestra el grado de sensibilidad
política de quienes dirigen nuestro futuro. Mientras se mira para otro lado, el
número de menores acusados por delitos y faltas relacionadas con la violencia
machista se ha incrementado un 23,7% desde 2007 hasta 2011. Este indicador
demuestra las carencias del sistema para trabajar en la erradicación de la
violencia.
Alicia Puleo, maestra a la que he
hecho referencia otras veces, escribe hoy en su muro: "Feminismo" es
la lucha por la igualdad y el respeto, por la desaparición del machismo. La tan
oída frase "no soy ni feminista ni machista" es un absurdo que pone
en un mismo plano dos conceptos que nunca han de ser equiparados. La Marcha
mundial de Mujeres nos recuerda muy oportunamente que el feminismo nunca mató a
nadie, el machismo mata todo los días”.
También era oportuno (al respecto de
lo que venimos hablando) su entrada de hace unos días: “Definición de
"patriarcado" en la Antropología: organización social en la que los
puestos clave de poder (económicos, políticos, religiosos y militares) están
ocupados mayoritaria o exclusivamente por varones. Adivinar, a partir de esta
foto, si el patriarcado aún existe o es una forma social superada”:
Bruselas aprobó el jueves el
nombramiento de Yves Mersch para el Consejo Ejecutivo del Banco Central
Europeo. Con él, son 22 los hombres que dirigen la máxima institución
monetaria, considerada clave en la resolución y salida de la crisis. El Consejo
Ejecutivo donde se sentará Mersch es la autoridad que, durante la negociación
de cualquier rescate de la eurozona, envía técnicos a los países. Junto con los
del FMI y la Comisión Europea, son conocidos como "los hombres de
negro". Si no hay mujeres en la cúpula del poder financiero europeo, ¿a
alguien le extraña el retroceso en las partidas que más perjudican a las
mujeres? Probablemente la presencia de éstas no es garantía de que la agenda se
abra a las necesidades de las mujeres, pero seguro es el primer paso, además de
ser de justicia.
Mientras el patriarcado y el
capitalismo sigan funcionando como hasta ahora, las mujeres seguirán pagando la
factura. ¡Basta ya! ¡Tolerancia cero ante la violencia contra las mujeres!
Gracias a Forges que, un año más, no se olvida del 25 de noviembre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario