Una
noticia reciente
sobre la escuela en Francia me lleva a seguir reflexionando sobre algunas cuestiones
que comentaba en mi último post. El periódico relataba la polémica sucedida en
el país vecino tras la puesta en marcha de una iniciativa del Centro Nacional
de Documentación Pedagógica, en el que niñas y niños franceses fueron invitados
a redactar un Dictionnaire des écoliers
(diccionario de escolares).
Con el sugerente título Des milliers de mots pour réussir à l’école
(miles de palabras para tener éxito en la escuela), su intención era dotar a la comunidad escolar de un texto elaborado solidariamente.
La iniciativa formaba parte de un programa de prevención del analfabetismo y su
objetivo era alcanzar las 17.000 definiciones, todas ellas escritas y dibujadas
por escolares.
Sin embargo, gracias a las y los
internautas que, a través de Twiter comenzaron a denunciar el sexismo de las
definiciones, la iniciativa se ha convertido en un problema. La página web,
cuando he intentado consultarla, está fuera de servicio. Algunos ejemplos no
dejan duda de ese sexismo denunciado:
- Padre:
“Es
el esposo de la madre, sin él la mujer no puede tener hijos. Es
el cabeza de familia, porque protege a sus hijos y su esposa. Se dice también
Papá”.
- Madre:
“Plancha la ropa de toda la familia. Madre, una abuela o una muchacha. Puede
usar joyas, faldas y vestidos, y tiene pecho”.
- Limpieza:
“Todos los domingos mamá limpia y hace que la casa quede limpia”.
Lo más curioso es que los textos eran revisados y
validados por diferentes autoridades, que no parece que se hayan sorprendido
ante los conceptos expuestos. La iniciativa, que sobre el papel parecía una
actividad original e interesante, se ha revelado como un termómetro de la educación
que reciben niños y niñas, tanto en la familia como en la escuela. Una
educación que la mayoría de personas defiende como neutra, igualitaria y/o
coeducativa.
La cuestión se queda corta cuando encuentro en un blog
la referencia a una actividad programada en un instituto norteamericano: chicos
vestidos con ropa de camuflaje y chicas disfrazadas con pieles de animal son protagonistas
del Día de la Presa y el Cazador, un juego
de instituto de un pequeño pueblo de Minnesota que, afortunadamente, terminó
antes de empezar. En el marco de las actividades que los institutos suelen
programar en la semana de bienvenida de los nuevos cursos (actividades
conocidas como “días temáticos”) el centro Crookston tuvo la genial idea de
animar a los alumnos a “cazar” a sus compañeras como si fueran animales.
Al parecer, y dado que la caza es una actividad frecuente
en ese territorio, el juego se considero como una especie de “homenaje” y nadie
pareció reparar en el reparto de roles reservado a cada sexo. Tras las quejas
de algunos padres y madres y, sobre todo, de la polémica recogida en las redes
sociales, el instituto decidió modificar la actividad para denominarla “el día
del camuflaje”, permitiendo a chicas y chicos elegir si querían ser
cazadores/as o presas. La autora del blog se preguntaba: “¿qué pensarías si en
el instituto de tus hijos se invita a los chicos a cazar niñas?”.
Los ejemplos anteriores nos demuestran que debemos
seguir haciendo esfuerzos para educar en igualdad. Que niños y niñas elaboren
definiciones sexistas es un indicador valiosísimo para recordarnos que la
igualdad no se ha conseguido. Que una comunidad educativa no repare en los
roles diferenciados y en la violencia simbólica que provee en sus actuaciones
es un ejemplo más del sexismo que sigue vigente y que, incluso, parece ir en
aumento. No es necesario insistir en que la igualdad es un acto intencional. No
llegará ella sola mediante ninguna epifanía. Debemos construirla entre todos y
todas si realmente creemos que otro mundo es posible.
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