María Dolores de Cospedal, ante las críticas
recibidas tras su aparición en el Vaticano con mantilla y peineta, se ha
justificado diciendo que guardó el protocolo y que “todo lo demás” le parece “una
estupidez”.
La presidenta de la Comunidad de Castilla-La Mancha,
que ya nos ha obsequiado con esta imagen en otras ocasiones (estrenó el cargo
en una procesión) apareció de esa guisa, junto a la Vicepresidenta del
Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, en la ceremonia de proclamación de San
Juan de Ávila como doctor de la Iglesia, acto que en sí mismo es difícil de
encajar en un estado aconfesional como el nuestro. Según Cospedal, para
representar adecuadamente a un país “hay que ir adecuadamente vestido”. Se
defiende la presidenta en masculino, a pesar de que se refiere a una imagen de
alto potencial de feminidad normativa y de mayor potencial simbólico desde el
punto de vista político y religioso. Y en la línea del argumentario de su
partido, responde a cuestiones de enjundia con desprecio y altanería.
Será una estupidez para ella pero algunas ciudadanas
de a pie nos hemos puesto a temblar. Y por Facebook ya circulan montajes
fotográficos que ponen en imagen lo que otras hemos pensado con palabras (les
ofrezco algunos en esta entrada, por si no los conocen). Si ir “adecuadamente
vestido” es recuperar la mantilla que nuestras abuelas y madres portaron obligadas,
como símbolo de sumisión, control y dominio, me pregunto si no estaría bien
que, ya que nos aseguran que la igualdad está conseguida, también la porten los
representantes del sexo masculino. Eso sí que sería una estupidez que nos
ayudaría a entender la gravedad de las imágenes. En la misma foto aparecía el
embajador español ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Saénz de Buruaga, a
quien seguramente le hubiera sentado como un guante el aditamento.
La fotografía, al menos desde el punto de vista
simbólico, nos retrotrae al nacionalcatolicismo (como han señalado algunos
diputados de diferentes partidos políticos) y desde el punto de vista histórico, a la España de los años cincuenta.
Es decir, a uno de los periodos de nuestra historia reciente más ominosos para
las mujeres. A una España en la que religión y política, de la mano, negaron
derechos y oportunidades a casi todas.
Es un hecho que existe una relación directamente
proporcional entre el grado de libertad y empoderamiento de las mujeres y el
laicismo de los estados. No tienen más que escuchar las noticias. Deberíamos
preguntarnos si Cospedal y Santamaría, que son representantes legítimas de
todos los españoles, hombres y mujeres, creen representar en ese acto a toda la
sociedad.
Esa imagen de las dos políticas con más poder de
decisión y representación de nuestro país da, como poco, miedo. Como nos
explicaría nuestras maestras Amelia Valcárcel o Celia Amorós, si la mantilla no
está “despolitizada” no podemos portarla como si se tratara una prenda más.
Mientras remita a la España más negra que podemos recordar en el pasado
reciente, una mujer contemporánea, elegida democráticamente para representar a
toda la ciudadanía, no debería aceptar llevarla. A no ser que esté de acuerdo
con su significado. Pero esto me da más miedo todavía.
¡Quien ha visto y quien ve a la vicepresidenta Sáenz
de Santamaría! Me gustaría saber lo que opinaría el protocolo vaticano de algunas
populares instantáneas de quien entonces estaba en la oposición. La hemeroteca
sí que es un objeto mágico que nos permite saltos en el tiempo.
Jo Isa! Con lo que me gustan a mi estas dos.....tu también ....jajajajajaja !
ResponderEliminarLa última foto merece otra entrada en este y en muchos blogs más. Algunas tienen memoria solo para lo que quieren.
ResponderEliminarHola
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